Poema de Marilina Rébora
Tengo miedo, señor, pero no de la noche,
tampoco de la sombra, menos de la tiniebla;
Es miedo de
la aurora refulgente derroche
como miedo
del mundo, cuando el mundo se puebla.
Tengo miedo,
señor, no por valerme sola
ni por
triste aislamiento o apartado retiro,
tengo miedo
a la gente, a la imponente ola,
el vaivén de
los seres en asfixiante giro.
Tengo miedo,
señor, de enfrentarme a la vida
con tantas
exigencias, compromisos, deberes;
de no
cumplir contigo, no ser agradecida,
dejándome
llevar de errados procederes.
Y temiendo
en el día naturales contiendas,
te ruego:
oye mi voz para que me defiendas.
Es mucho más fácil reaccionar que pensar
El miedo siempre fue nuestra mejor arma de defensa, en nuestra naturaleza está desconfiar de todo lo que nos rodea. Nuestros ancestros temían a las bestias feroces, al mar y sus tormentas y también al despiadado desierto, pero con tecnología y conocimiento lograron dominar ese sentimiento. Hoy es más difícil, porque vivimos tan juntos que nos tememos entre nosotros, lo único que no dominamos es la capacidad humana de causar daño, y nos sumerge en una ansiedad de no saber si volveremos o si nuestros seres queridos están seguros. Vivimos en un mundo donde el miedo es la mejor publicidad de los vendedores de armas , tantos a particulares como a países. ¿Qué nos queda a nosotros, simples mortales? Y es festejar la vida mientras nos permitan vivirla en paz y perdido por perdido, solo nos queda: ser héroe, santo o poeta.
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